L'equip Rizoma també fem projectes per a nosaltres. L'equip Rizoma neix i evoluciona.
"un hombre se propone la tarea de dibujar
el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias,
de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas... Poco antes de morir
descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara"
J.L. Borges
"En una línea el
mundo se une, con una línea el mundo se divide, dibujar es hermoso y
tremendo."
E.Chillida
Hace ocho años vivimos una experiencia
transcendental que nos permitió realizar un librito que algunos tenéis entre las
manos: una experiencia de total aburrimiento.
A lo largo de
interminables conferencias de un congreso soporífero nos dedicamos a mantener
lúcidas nuestras mentes entreteniéndonos en dibujar y escribir pequeños retales
de memoria para aguantar hasta la hora del refrigerio, única alegría en
aquellos aciagos días de obligada deformación. Jordi dibujaba
cualquier cosa y Rubén recuperaba pellizquitos de vivencias para acompañarlos.
De aquellos ratos de letargo surgió un pequeño
bloc que nos dedicamos a fotocopiar y de forma muy rupestre manufacturamos para
nuestros amigos. Ahora lo volvemos a recuperar en una edición revisada y un
poquito más decente. Al fin y al cabo son restos de un congreso, y con esa
materia elaboramos estos sueños. Además hemos aportado gracias a la investigación musical de Javier Mateos propuestas musicales para cada una de nuestras ideas.
En forma de entregas os enviaremos ilusiones de momentos vividos.
Mi hermano y yo
jugábamos alrededor del que
tenía el abuelo.
En calzoncillos y con un sombrero de papel de periódico en
la cabeza le dábamos vueltas como posesos.
Decían que en el fondo vivía una cabra y que, al subir el
cubo, en vez de agua algunas veces llegaba lleno de leche.
Seguro que
dentro está el jefe fumando en pipa.
La mañana de Wounded
Knee.
A sabiendas de que será
el fin.
A esa hora salíamos en bici en verano, cuando aún los mayores consumían sus siestas. Crujía la pinaza, surcábamos
trazos de arena en el asfalto abrasado
cerca de la playa. Corríamos hasta el flato.
Era la hora de los chavales. El sopor
arrinconaba a los adultos. Nos
desollábamos las rodillas cabalgando sobre los skates que regalaba
Matutano. Presagiábamos al anochecer la inquietud vaga de que aquello se
acabaría algún verano para siempre.
Y así fue.
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