30 de novembre del 2009

Mauss. Por Rubén de la Rubia.



Maus es por si solo uno de los cómics que justifican una aplicación
pedagógica en la materia de Historia Contemporanea de nuestra escuela.
Los alumnos son conscientes de que el Holocausto no es meramente un
hecho aislado en el tiempo y Maus despierta en ellos la curiosidad de
lo increible y lo iracional de lo terrible. Tratar el genocidio es
algo muy complicado. Ante la avalancha de obras escritas y memorias de
deportados y supervivientes, la saturación en los últimos años de
obras con temática concentracionaria es apabullante. Añadámosle un
poquito de neoantisemitismo y judeofóbia moderna y la banalización del
holocausto está en boca de todos aquellos que se creen más modernos y
(curiosamente) más solidarios que nadie. Ahí está la semilla del mal.
Como en la Alemania de los años 30 la subjetividad es tan dañina
cuanto más dudosa es su defensa. Es decir, NO se debe dejar de
explicar el exterminio más calculado y frio de la historia de la
humanidad ,salvando las distancias con la masacre sistemática del
estalinismo. Este comentario no es conservador: es pura Historia.
Maus nos cuenta la vida de un superviviente del matadero de Auschwitz:
Vladek. En forma de flashback Art Spiegelman, el guionista y
dibujante de Maus, nos lleva al pasado desde un presente en que el
propio Art recuerda junto a su padre (Vladek Spiegelman) los hechos de
una vida cortada de cuajo por la barbarie nacionalsocialista.
La relación del padre superviviente con su hijo es dificil. Art
aprovecha todo lo que le cuenta Vladek para luego escribir una crónica
en forma de tebeo de los hechos que le hará famoso (el propio cómic
Maus). En un alarde de recurso gráfico, Spiegelman cubre el rostro de
su personaje con una careta. Una careta de ratón. Durante toda la
historia el dibujante representa a los personajes con formas
antropomórficas, es decir, cuerpo de humanos y caras de animales (los
nazis son gatos, los judios ratones de ahí el nombre del cómic, los
polacos cerdos...)
El dibujo crea una distancia que cuesta salvar, es un trazo casi
underground, poco agradable, oscuro y tremendamente denso. Aun así, el
lector se deja llevar por lo que se cuenta. Por el horror en
mayúsculas y las preguntas de asombro que despierta. Ahí reside la
grandeza de este cómic (no lo voy a catalogar de histórico) la
plasmación de la condición humana: el animal vil, el humano asesino,
el animal dócil, el humano héroe, la humanidad arrastrada a un juicio
sin límites.
Maus es el testimonio gráfico de un genocidio real. Y eso es lo que
los alumnos de secundaria saben reconocer al final de este
escalofriante recorrido.
Spiegelman recibió el premio Pulitzer en 1992, algo que ni antes ni
después ha conseguido ningún cómic. Todo habla por sí solo.
Ojalá fuera de lectura obligatoria: eso nos ahorraría prejuicios y
valoraciones sin sentido sobre las diferencias y, sobretodo, haría que
el aún existente antisemitismo epidérmico de nuestra sociedad se
curase de una vez. No es solo un cómic: es un verdadero despertador de
neuronas.

Rubén de la Rubia es profesor de Geografía y Historia de secundaria.

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